Incorporación de las Tic a las Políticas Educativas en México
Definidas como un conjunto de avances tecnológicos que nos proporcionan la informática, las telecomunicaciones y las tecnologías audiovisuales que comprenden los desarrollos relacionados con los ordenadores, Internet, la telefonía, los mass media, las aplicaciones multimedia y la realidad virtual, las TIC[2] (Tecnologías de la Información y la Comunicación) son un término cada vez más cotidiano en el campo de la educación.
Hay tanto que decir en cuanto a las ellas como información y conocimientos que se socializan a través de sus posibilidades. Su gran auge se debe, entre múltiples factores a la globalización, la concurrencia de ciencias y posibilidades que interactúan al mismo tiempo, desde la electrónica y la cibernética, hasta la robótica y la ingeniería bioquímica. Estas hacen pensar un futuro, no lejano, de un fenómeno evolucionado de ciencia ficción.
En su libro La era de la información[3] Castells sitúa a las TIC como un catalizador y aglutinante social que más allá del lenguaje y las interrelaciones, que en su uso se suscitan, han venido a modificar todos los aspectos de la vida social involucrando de la economía a la cultura.
Llamadas también Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC) hace poco menos de un cuarto de siglo que están presentes nuestro país y se incorporan paulatinamente al campo de la educación. Sin embargo en las políticas del sistema educativo mexicano apenas si les han considerado en los planes y programas de estudio de educación básica, donde en el discurso escrito se les menciona sólo como una posibilidad de herramienta didáctica para los mentores pero en los hechos desde el presupuesto que debiera destinarse a infraestructura, financiamiento permanente, formas de incorporación, capacitación, cursos y programas ha sido poco e insuficiente, además de mal dirigido.
Podría decirse que sólo recientemente la polémica Alianza por la Calidad Educativa[4] hace énfasis en dos de sus diez acuerdos sobre el equipamiento, la infraestructura y la certificación de los maestros en competencias digitales, lo que habla de una aparente y reciente prioridad, nunca antes vista, pero que aún así, no especifica la forma en que habrán de capacitarse a los maestros para utilizarlas en la formación de los estudiantes.
El tema, en general, se considera importante y de vital interés en todos los esfuerzos educativos en el mundo. Las perspectivas desde las que se aborda su énfasis han tomado tres posturas fundamentalmente, hay quienes están a favor de la incorporación de las TIC a la educación a la mayor brevedad y a diario innovan las formas y los recursos tradicionales por excelencia como la tiza, los libros de texto y el cuaderno y la pluma. Otros bajo argumentos de sentido crítico evidencian algunas consecuencias como la brecha digital, analfabetismo digital, el acceso, entre otras y una tercera perspectiva que media entre las anteriores con la intención de ser consciente de los pros y contras para utilizar a las TIC, cuando están al alcance, como herramientas deseables en el aula.
A través de este ensayo se realiza un análisis sobre la incorporación de las TIC en el discurso y las políticas educativas del Sistema Educativo Mexicano a partir de factores del contexto actual, a la vez, un acercamiento a los retos que ha comenzado a representar a nivel del aula y la escuela en general.
Situadas en un estado de transición que anticipan un temor generalizado en el mundo, las TIC son ya un elemento que repercute significativamente en las formas de llegar al aprendizaje y la competitividad laboral pero también se prevé que como consecuencia de ellas la brecha entre pobres y ricos se ensanche con mayor pronunciamiento. Se espera que las ideas en el texto ofrezcan la posibilidad de reflexionar sobre la importancia de clarificar en las políticas educativas si las TIC implican la alfabetización tecnológica en los maestros para que usen eficientemente como herramienta y o si deben utilizarse para que los alumnos se formen en su uso y aprovecharlas como una competencia actual necesaria. Paralelamente se realiza un somero análisis entre aquello que se dice en los documentos en relación a las carencias que se muestran en las instituciones que van desde la falta de ordenadores hasta los cursos de formación tecnológica y didáctica de las TIC.
En la parte final se agrega, a manera de conclusión, deducciones y preguntas que quedan pendientes de contestar, así como una propuesta, quizá demasiado idealista, del papel del maestro ante los retos que las TIC están propiciando.
Las TIC en el contexto mundial
“En líneas generales podríamos decir que las nuevas tecnologías de la información y comunicación son las que giran en torno a tres medios básicos: la informática, la microelectrónica y las telecomunicaciones; pero giran, no sólo de forma aislada, sino lo que es más significativo de manera interactiva e interconexionadas, lo que permite conseguir nuevas realidades comunicativas”(Cabero, 1998: 198).
Las TIC han logrado infiltrarse a todos los campos de vida productiva y es importante decir que otro de los factores que ha posibilitado su éxito es la economía basada en los productos de la era digital y la productividad centrada en competencias.
Es obligado al hablar de este tema referirse a la internet[5] que se ha vuelto la TIC con más posibilidades de revolucionar globalmente los campos en que se ha comenzado a utilizar, como la misma educación, en donde se vislumbra un potencial que no encuentra de manera concreta opciones y soluciónes a esas expectativas. En palabras de Castells[6] “Internet no es una metáfora, sino una red telecomunicada de redes de ordenadores que constituyen el sistema nervioso de nuestro mundo. Estar fuera de esa red es estar fuera de lo que pasa en el mundo en todas sus dimensiones. Pero hay gente que puede ser feliz así. Y gente enredada a fondo que puede ser muy infeliz. En general, sin embargo, los conectados pueden elegir desconectarse y los desconectados, no”.
Pero, ya antes del Internet hubo otras tecnologías que se incorporaron a la educación y que en su momento despertaron mitos, como el hecho de que la escuela desaparecería después de hacer de ellas revolucionarias y hasta falsas expectativas, al respecto el Dr. Fernando Hernández, profesor de la Universidad de Barcelona y conferencista en el Congreso Nacional de España (2008) [7] refiere que “con la aparición de las bibliotecas públicas en los Estados Unidos se pensó que la escuela había llegado a su extinción pues el conocimiento estaba al alcance de todos, más tarde vino la radio y con ello se dijo que se acabaría la escuela porque la gente no necesitaría ir a ella; llegó la televisión y se dijo lo mismo, ahora hablamos de la Internet y se ha pensado lo mismo”. A diferencia de sus predecesores, nunca antes el conocimiento estuvo tan abierto y libre en su acceso. Además, la internet absorbió en su uso y aplicación, la tecnología del periódico, la radio y la televisión juntas, aglutinó ciencias, descubrimientos, ideologías, razas y naciones; mejor aún, todo el que tiene acceso a ella puede ser protagonista de sus propias producciones que mezclan imágenes de diferentes formatos, fotografía, audio, video, efectos especiales y herramientas sofisticadas pero cada vez más sencillas, simplificadas y demasiado intuitivas, fáciles de manipular.
Hess (1997) citado por Ramírez[8] (2006) alude que en el terreno educativo la incorporación de las llamadas tecnologías de la información y comunicación se incorporaron al terreno educativo por los años setentas, “primero en los países industrializados y después en aquéllos con grados menores de desarrollo. De acuerdo con las diversas declaraciones de políticos y expertos, en los próximos años esta incorporación no sólo se acrecentará y acelerará, sino será estimulada tanto en las instituciones públicas como en las privadas” (pág. 30). En un amplio estudio realizado por el mismo Ramírez, del periodo comprendido entre 1998-2003, se observa que las investigaciones y el número de las mismas sobre la incorporación de las TIC en la educación no han crecido a igual ritmo que las aplicaciones y experiencias, según él porque parece existir mayor preocupación por “hacer las cosas” que pensar sobre ellas o evaluar lo que se ha hecho. Esto representa una limitante para que, quienes estamos dedicados a la enseñanza, podamos lograr propuestas o innovaciones pedagógicas en el terreno de la educación con TIC.
Sin embargo a pesar de toda la parafernalia y las visiones proféticas de la tecnología digital que apunta a la construcción de hombres que solucionan casi todo desde una computadora o prefiguran una realidad de ficción como la evolución a humanos cyborgs, existe una realidad palpable y cruda que no escapa a las realidades educativas, la tecnología no ha alcanzado entre sus bondades su accesibilidad, en otras palabras no es barata ni está al alcance de todos y la reflexión obliga a recurrir constantemente a las cifras y estadísticas pues en términos de economía y de problemas sociales, en América latina, según los estudios del Banco Mundial (2001), se identifica es donde existe la mayor desigualdad económica del mundo, con más de 204 millones de pobres[9] es preocupante que por lo menos uno de cada tres hogares y dos de cada cinco personas vivan bajo la línea de pobreza. Datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)[10] arrojan que de manera global la pobreza humana es un fenómeno que afecta más del 25% de la población de países en vías de desarrollo. Casi mil 300 millones de personas viven con menos de un dólar diario y cerca de mil millones no pueden satisfacer sus necesidades básicas de consumo. A la población que conforman tales estadísticas se les agregan problemas de salud como la desnutrición, la falta de empleo, pocas posibilidades de educación, la marginación, políticas compensatorias dispares y selectivas, la falta de acceso a servicios públicos indispensables, entre otros que configuran un complejo entramado en el que la educación busca ofrecer un aliento y una posibilidad de salida demasiado optimista.
Nuestro país registra también alarmantes números de pobreza que se maquillan en las cifras oficiales. Veamos el caso concreto de la tecnología y su acceso a partir del número de ordenadores que existen México, según un estudio de AMIPSI[11] (Asociación Mexicana de la industria Publicitaria y Comercial en Internet) en 2007 muestra que existían 8.7 millones de computadoras conectadas a internet, cifra aproximada que representa el 59% del total de ordenadores vendidos en México pues se calcula que existen cerca de 14.8 millones de PC (computadoras personales) instaladas, pero de estas sólo 45% está ubicado en empresas o instituciones, el resto en los hogares. En contraste ese mismo estudio registra la existencia de 63.2 millones de celulares móviles en uso. Esta información supondría que existe una computadora por cada 7.22 habitantes y que aproximadamente uno de cada quince tiene acceso a internet, es decir, menos del diez por ciento de la población mexicana tiene una computadora y una cantidad significativamente más reducida accede a internet, pero que en el caso de la telefonía celular cerca del 60% de los mexicanos tiene un dispositivo de esta naturaleza. Además en términos de oportunidades podríamos especular que la creciente proliferación de ciber cafés y salas públicas de cómputo modificarían positivamente los números hasta la cantidad de 22.7 millones de internautas que menciona la misma investigación. Estas cantidades permiten tener una visión general de la forma en que somos competitivos y accedemos a la tecnología en México. Se intuye así que la distancia que nos separa de la educación en competencias digitales y utilización de ellas para educar o formar no es tan esperanzadora a pesar del recuento que sucederá a estas primeras reflexiones de la incorporación de las TIC a las políticas educativas.
Es importante subrayar, asegura García (2007)[12], que la principal limitante para el acceso a las NTIC en México está vinculada con las condiciones económicas de sus habitantes (imposibilidad de acceder a línea telefónica, computadora, Internet, etc.). Si bien el gobierno reconoce oficialmente la existencia de 44 millones de pobres (CONEVAL, 2007), algunos analistas consideran que esa cifra es conservadora y que la misma podría estar cercana a los 65 millones (Cardoso y Zúñiga, 2002)[13], o al 80% de la población (Garduño y Méndez, 2005)[14]. Se puede inferir que, por ende, esa es la cantidad de habitantes que se encuentra automáticamente no solo fuera de las posibilidades de poseer un PC en el hogar sino también de acceder a los servicios de telefonía. De hecho y en apoyo a lo anterior, el propio INEGI (2006) en sus resultados de la encuesta define que el 57,2% de los hogares mexicanos no posee una computadora y se advierte entonces que la utilización de la Red queda limitada a un reducido núcleo poblacional que, por sus características socioeconómicas, con toda seguridad tiene acceso a la telefonía fija y puede absorber su costo.
En ese sentido la preocupación de quienes conocen las posibilidades de las TIC y las consecuencias que están surgiendo se centran en que la población más necesitada y limitada económicamente reducirá sus posibilidades para sacar adelante a su descendencia sino accede a este mundo de tecnología, esta brecha variante de la pobreza denominada como brecha digital Serrano y Martínez (2003) citados por García (2007) le definen como la separación que existe entre las personas (comunidades, estados, países…) que utilizan las tecnologías de la información y comunicación como “una parte rutinaria de su vida diaria y aquellas que no tienen acceso a las mismas y que aunque las tengan no saben cómo utilizarlas”.
Para agotar este apartado habría que decir que el nodo temporal que vivimos no dejará de estar marcado por un tema que está en boca de todos en la aldea global, estamos en la antesala, el principio del comienzo, de la crisis económica más aguda de la historia de la humanidad y en el que debido la globalización, como un producto del neoliberalismo, privilegió el libre mercado y el consumismo exacerbado conduciendo a un colapso del sistema donde, precisa la necesidad de puntualizarlo, las tecnologías de la información y la comunicación han jugado un papel protagónico y funcionalista inobjetable. En esta situación de menor capacidad de solvencia económica en todos los países, la reducción de inversión y productividad mundial sin duda tendrá fuertes repercusiones en decisiones como las mismas políticas educativas, reformulación de gastos en el sistema del estado de bienestar y nuevas demandas y exigencias sociales que en nuestro país no serán la excepción.
De las políticas internacionales a las políticas educativas nacionales
A la par del desarrollo económico y más bien derivado de lo que dicta la macroeconomía se configuran los entornos sociales en el mundo. En general a nivel mundial la forma evolucionada del capitalismo, la globalización, caracterizada por la expansión del capital, la apertura del libre mercado, la sobre explotación de la naturaleza, el consumismo, la idea de vender en masa aunque ganancias por producto reducidas, pero constantes, han moldeado la vida de los seres humanos desde la prefiguración del capitalismo al término de la edad media hasta la actualidad.
Susana López Guerra sugiere que este fenómeno ha generado “una naturaleza injusta de cualquier política educativa o de desarrollo científico bajo premisas, a su vez, de competencia económica”[15]
En las últimas cuatro décadas en México y toda América Latina los organismos internacionales como la UNESCO, la CEPAL, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización de Estados Americanos (OEA), la Organización de Cooperación Económica y Desarrollo (OCED), la OREALC, entre otros, son el referente obligado para encaminar sus acciones respecto a temas como el combate a la pobreza, la contaminación ambiental, el respeto a los derechos humanos y universales, la igualdad y equidad de género y en materia de educación sobre el gran problema de la calidad educativa.
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